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Derribando mitos desde una perspectiva abolicionista

Julio 17, 2020

En las redes sociales circula una gran cantidad de contenido que desinforma y mitifica la realidad del sistema prostituyente, del proxenetismo y del movimiento abolicionista, tildando a este último de prohibicionista y “anti-putas". Como jóvenes abolicionistas nos parece fundamental escuchar a las mujeres, trans y travestis que han sobrevivido al sistema prostituyente y levantan la voz a través del abolicionismo, para entender verdaderamente de qué se trata. Enumeramos algunas ideas falaces.

 

"Todo el mundo habla de las putas y de prostitución, menos las mismas putas"

 Las “putas”, que tanto se jactan de representar quienes pronuncian esta frase, son las mismas a las que niegan e invisibilizan al reproducir un discurso que sólo evoca individualidades. Las “putas” están vulneradas en las calles, sometidas en los prostíbulos, violadas, a merced del capitalismo que comercializa nuestros cuerpos. Y mientras viven todo ésto, otras personas banalizan la lucha por redes sociales, desde la comodidad de sus casas, incluso admitiendo muchas veces que no se encuentran en situación de prostitución. Desde esa posición de comodidad, tomar postura no es ningún acto de valentía ni supone dificultad alguna. Las personas que desde el abolicionismo hablan de “las putas y la prostitución” son en verdad las mismas “putas”. Alcanza con mirar la historia del abolicionismo en nuestro país y en muchos otros. Las grandes referentas, fundadoras de nuestro movimiento, son sobrevivientes de prostitución, de trata de personas y familiares/amigas de las mismas, y son militantes y activistas abolicionistas. El abolicionismo se construye en primera persona, lo construyen ellas.

¿Por qué, entonces, se empeñan en repetir que "las putas" no hablan? ¿Será que escuchar a estas “putas” no les conviene? Bueno, nosotras tenemos que hacerlo. Las sobrevivientes y las que aún están en prostitución representan la verdadera cara del sistema prostituyente, cara que quieren lavar y finalmente borrar con el discurso del glitter, el ‘trabajo sexual’, la autodeterminación individualista y la ‘libre elección’. Estas mujeres, trans y travestis representan la realidad violenta de la prostitución, su verdadero rostro, y señalan la necesidad de la lucha abolicionista. ¿Por qué será que la imagen de la prostitución que quieren instalar quienes elaboran estos discursos es precisamente la más idealizada y la menos representativa?

 

"Mucho contenido sobre las putas pero muy poco hecho POR las putas"

Muchas de las personas en situación de prostitución ni siquiera han llegado a ser escolarizadas, mucho menos a pensar en universidades: mucho contenido sobre "las putas" pero sin ellas porque el sistema las excluye, las deja sin recursos en las calles y las empuja a la prostitución. Mientras estos sujetos hablan sobre prostitución como trabajo, una puta es asesinada por un proxeneta o por un putero. La realidad de la mayoría de las “putas” es la de la necesidad urgente de llevar comida a casa o la de estar siendo explotada sexualmente en un prostíbulo. La realidad de la mayoría de las mujeres, trans y travestis en situación de prostitución no es ni de cerca la de una piba con el tiempo y la comodidad para hacer videos en YouTube sobre lo bueno que está ser “trabajadora sexual”. ¿A quién se refieren las personas que reproducen esta frase? Según lo que a nosotras nos concierne, el feminismo abolicionista (valga la redundancia) no habla por las “putas” ni hace contenido sobre ellas sin ellas. ES la voz de "las putas". Porque las escuchamos luchamos, y replicamos su voz. Elegimos combatir el proxenetismo porque escuchamos a Sonia, a Delia, a Elena, a Alika, a Deborah y a muchas más.

 

Las mujeres en prostitución "se prostituyen"

Hablar de que las mujeres “SE prostituyen” reproduce el viejo recurso de la culpabilización machista que consiste en poner el foco siempre en la mujer: nos dicen que ella es la única responsable de ser reducida a objeto de satisfacción sexual masculina, que ella lo elige, que ella quiere, y así es como se protege e inocentiza a los verdaderos responsables de que exista la prostitución como institución patriarcal: los hombres. Los puteros, los proxenetas, y el Estado proxeneta.

 

El debate es demasiado solemne, serio, "aleja"

Desde los medios se suele plantear a la prostitución como un conflicto entre dos movimientos, un “debate entre dos sectores del feminismo”, que buscan mejorar la situación a su manera. Nada más lejos. No se puede hablar de un “debate” inocente entre “sectores del feminismo” cuando una de las partes persigue como objetivo el avasallamiento de los derechos humanos. Un discurso proxeneta que defiende la explotación y mercantilización de las mujeres, trans y travestis es completamente opuesto a los intereses del feminismo y de las mujeres.

Simone de Beauvoir recalcaba ya la importancia de reclamar "lo genéricamente humano" en las mujeres. Frente a la feminidad tradicional que nos encadena, por nuestro sexo, a un cuerpo definido como ideal hipersexualizado, reclamamos lo trascendentalmente humano. Esto no es otra cosa que combatir la deshumanización de las mujeres que el machismo practica. Si el patriarcado nos coloca en una posición infrahumana, por debajo de los dotes que sí se exaltan y fomentan en los hombres, humanizarnos en tanto mujeres es un acto feminista. ¿Con qué cara defienden entonces, quienes se dicen feministas, la institución patriarcal que por excelencia reproduce nuestra deshumanización al servicio de los hombres?

Mientras que el abolicionismo lucha por el cumplimiento de los DDHH de las personas en situación de prostitución, el reglamentarismo busca enmarcar institucionalmente a estas personas dentro del sistema prostituyente haciéndole un lavado de cara al mismo, sin siquiera tener en cuenta la situación de vulnerabilidad estructural en la que se encuentran y sin reconocer la violencia tan cruda a la que están expuestas. El debate es serio porque el problema es serio. Se trata nada más y nada menos de la avanzada del proxenetismo; otra de las arremetidas del patriarcado -esta vez disfrazado de feminista, eso sí- a la que como feministas debemos resistir. 

 

Necesidad de "visibilizar" a "las putas" y "desestigmatizarlas" 

Esta postura lleva a pensar que las mujeres tendríamos que embanderarnos con el orgullo de ser prostituidas (el clásico de enorgullecernos de nuestras cadenas en lugar de romperlas). Según esta idea, las mujeres prostituidas tendrían que "abandonar el closet", como si ser prostituida fuese, otra vez, casi una identidad sexual a reafirmar orgullosamente y no una situación de explotación y deshumanización machista que combatir. El patriarcado neoliberal, disfrazado de feminismo, nos enseña a reproducir nuestra opresión cubriéndola de brillos y colores. No sólo no debemos combatir el ser mercantilizadas y explotadas: tenemos que sonreír y aceptarlo con orgullo, visiblemente. La imagen de la prostituta feliz, autónoma y "visibilizada" como tal es poco más que éso, una imagen promocionada por el patriarcado proxeneta para vendernos la mercantilización de nuestros cuerpos como deseable y "empoderante". 

 

Las prostitutas son trabajadoras, como "cualquier trabajador/a de la economía popular", o como una empleada más.

Los discursos que persiguen la legalización de la explotación sexual usan la banalización de la prostitución y su normalización para legitimarla desde lo discursivo e ideológico como un simple trabajo más. Nos dicen, con mucha naturalidad, que nos quedemos tranquilas, que ser explotadas en el sistema prostituyente es igualito a cuando te explota el patrón en la fábrica, o, mejor aún, a los trabajos de emprendimiento propio.

Esta idea minimiza y acepta la explotación capitalista para encima equipararla con la explotación sexual como si fueran lo mismo, como si la prostitución no tuviese ningún agregado misógino, como si no contase con el agravante fundamental de insertarse en un sistema estructuralmente patriarcal que concibe a las mujeres como mercancías destinadas a enriquecer a los hombres que las venden y satisfacer sexualmente a los que las compran. Como si no significara nada que la casi totalidad de las personas que están en situación de prostitución sean mujeres. ¿Por qué a muchas de nosotras se nos cruzó por la cabeza acudir a la prostitución ante el desamparo económico, mientras que los hombres pueden considerar otras alternativas? ¿Acaso no ven, quienes reproducen este discurso, que a quienes se hipersexualiza a diario, a quienes se reduce a nuestro físico en la medida en que podamos dar placer a los hombres, es a nosotras? La prostitución no es un trabajo más, es una institución patriarcal que vulnera la humanidad de las mujeres, trans y travestis para rebajarlas a productos de consumo. Quien naturaliza ésto podrá creer y decir lo que quiera, pero evidentemente no está del lado de las mujeres.

 

Faltan "trabajadoras sexuales" en los medios. 

Sí, falta la voz de las sobrevivientes de prostitución y trata que cuentan las atrocidades que padecieron y las secuelas que les quedaron de por vida. Y faltan, por razones obvias, las voces de las asesinadas por proxenetas y prostituyentes, así como también las voces de las que ahora mismo mueren de frío en una esquina. Éso sería lo realmente rupturista, incluir a las cientos de mujeres, trans y travestis que lo vivieron, que señalan la naturaleza violenta del sistema prostituyente. De hecho, quienes se autoproclaman "trabajadoras sexuales", algunas sin siquiera haber estado realmente en situación de prostitución o incluso siendo financiadas, tienen bastante lugar en los medios, en las redes sociales y en los espacios públicos, porque con financiamiento y siendo, a veces inconscientemente, funcional al poder patriarcal y al negocio millonario que es la cosificación y la explotación sexual de las mujeres, es fácil tener voz en los medios y hacerse un lugar en las redes sociales.

 

"No puedo hablar por las mujeres en situación de prostitución porque no lo soy pero al menos me posiciono por sus “derechos”"

La realidad es que esto no es un “me posiciono” para transgredir y creerme muy progresista. La realidad es grave, es violenta y requiere que escuchemos a sus protagonistas en lugar de repetir consignas convincentes que suenan cool. La realidad del abolicionismo es cruda, sí, y no es en absoluto cool. La realidad del abolicionismo es la realidad de las mujeres que son y fueron sometidas a las violencias de los torturadores prostituyentes, esos que se ‘desahogan sexualmente’ con nuestras compañeras que necesitan el sustento económico y las oportunidades reales que el Estado no se ocupa de generar. Entonces, ¿en dónde se posicionan quienes se creen tan rupturistas por hacerlo? ¿A favor de la explotación sexual de las mujeres,trans y travestis, pasando por encima de su realidad y basándose en individualismos burgueses? Alcanza con indagar un poco para enterarnos de que eso que prometen como “derechos para las prostituidas” son en verdad facilidades y derechos para los explotadores y los proxenetas.

 

"Alternativas para las que quieren dejar de ejercer la prostitución y derechos laborales para quienes quieran hacerlo.”

El abolicionismo no persigue ni criminaliza a las que "quieran ejercerlo", lucha no sólo por alternativas laborales sino también por políticas públicas que mejoren las condiciones de vida de las mujeres, trans y travestis. Lucha por la garantía de nuestros derechos humanos, por un acceso digno a la salud, a una vivienda y educación, derechos de los que la desigualdad patriarcal nos priva estructuralmente empujándonos al sistema prostituyente. Lucha por oportunidades, alternativas y herramientas para todas: para quienes quieren dejar la prostitución, y para quienes supuestamente la han elegido. Esto que proponen quienes dicen posicionarse en este “justo medio” es en realidad lo que ya busca el abolicionismo: garantía de nuestros derechos para todas.

Por el contrario, lo que las corrientes pro-proxenetismo llaman "derechos laborales para las putas” son en verdad derechos y privilegios para los proxenetas y para los puteros: consisten en someter los cuerpos de las mujeres, trans y travestis en prostitución a un reglamento estatal, en ejercer sobre ellos absoluto control institucional e imponerles el pago de un tributo para la mayoría incosteable, así como también consiste en garantizar un “producto en condiciones” para el “cliente”. Con este marco legal, además, viene de yapa lo que constituye el interés principal del reglamentarismo y sus financistas: la descriminalización de los proxenetas. De ésto hablamos cuando decimos que no debatimos nada en igualdad de condiciones, están en juego nuestros derechos y nuestras vidas.

 

Supuesta "identidad de trabajadoras" 

¿Cuántas mujeres sometidas al proxenetismo o muertas de frío en la esquina se llaman a sí mismas trabajadoras? Todas estas mujeres, trans y travestis son las que representan las verdaderas implicancias del sistema prostituyente, son las mismas a quienes ignoran y niegan cada vez que alegan que todas tienen las mismas realidades. Son las desocupadas en situación de prostitución, la mayoría invisibilizada bajo un relato que homogeneiza al conjunto haciendo pasar a la minoría autónoma y autoproclamada ‘trabajadora sexual’ por el todo. ¿Quién te impide llamarte como quieras? Como abolicionistas nos oponemos a que en nombre de una identidad creada para y por los proxenetas, se generen políticas de legalización de la explotación sexual, tráfico y vulneración de las compañeras desocupadas en situación de prostitución. 

 

El feminismo está dividido y hay sectores que se oponen a otros sectores "pro-trabajo sexual"

El feminismo histórico es uno, y siempre fue abolicionista en su origen por entender que la prostitución no es más que una institución patriarcal de legitimación de la deshumanización de las mujeres al servicio de los hombres. Las mujeres que estudiaron al patriarcado y lo pensaron como sistema de poder por años, desde los comienzos del movimiento como tal, lucharon por liberarnos de la explotación que hoy se nos intenta vender como ‘feminista’. Como abolicionistas del sistema prostituyente luchamos por liberar a las mujeres de la explotación sexual. La división del feminismo entre presuntos "sectores" es una estrategia del patriarcado. No hay tales divisiones cual sectores atomizados: un movimiento que lucha contra la explotación de las mujeres es incompatible con los intereses de sus explotadores, por mucho maquillaje que éstos traigan.

 

¿Cuántas de las caras que reproducen el discurso del proxenetismo se han parado en una esquina alguna vez? ¿Cuántas de las personas que reproducen la falaz idea de la libre elección y el trabajo autónomo tuvieron que pasar horas esperando por un putero que les tire dos pesos para mantener a sus hijas e hijos; cuántas de ellas han sido violadas decenas de veces por día en un prostíbulo? La estrategia discursiva del proxenetismo consiste en formulaciones neoliberales, individualistas y profundamente machistas, por mucho que quieran vestirse de lo contrario. Las feministas combatimos las arremetidas patriarcales por siglos. Hoy, además, tenemos que enfrentarlas bajo su disfraz de 'feminista'.

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