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¿Progresismo proxeneta? La "izquierda" del sistema prostituyente

Mayo 19, 2020

Notamos en el último tiempo una creciente tendencia de organizaciones de izquierda y espacios periodísticos, como Cosecha Roja, a avalar y reivindicar como trabajo una práctica esencialmente explotadora, que une a la perfección patriarcado y capitalismo, como es el sistema prostituyente.

Entendemos los motivos por los que grupos de poder e interés económico defienden la explotación de un grupo humano, como así también la lógica detrás de la defensa de determinado tipo de relaciones sociales explotadoras y fundadas en la desigualdad cada vez que proviene de los mismos sectores que se benefician de esta desigualdad, que sostienen su posición social privilegiada a partir de la misma.

Nos deja, por el contrario, un poco más estupefactas que esta tendencia provenga de quienes suelen posicionarse en contra de la injusticia social.

 

¿Cómo es posible? ¿Cuál es el discurso? ¿Cuáles son las maniobras ideológicas que nos venden constantemente como progresista y liberadora la más cruel de las explotaciones hacia las mujeres, al punto de acabar siendo defendida incluso por sectores que se dicen feministas y anticapitalistas? Ningún medio que se presuma independiente, ninguna corriente, organización o entidad alguna que se posicione en el anticapitalismo y en contra de la explotación debería tener motivos para caer en la incongruencia de predicar la mercantilización de las mujeres, trans y travestis. A menos, claro, que hubiese algún interés financiero de por medio.

En la nota que publicaron sobre Rubí, una mujer trans de 31 años, dejan en claro que su “principal sostén económico es el trabajo sexual, y que se quedó sin ingresos porque no podía seguir trabajando”. También sostienen, a lo largo de la nota, el hecho de que Rubí se encuentra desprotegida porque “su trabajo no está reconocido”. Habría que indagar si la verdadera desprotección no es aquella que genera el sistema capitalista, convirtiendo los cuerpos en mercancías y en “herramientas de trabajo”. ¿Qué tipo de protección brindaría regular lo que es en realidad el enriquecimiento lícito del proxenetismo?

Ahora bien, hacen más hincapié en los maltratos o amenazas que pueda recibir por parte de sus vecinos, que en la situación socio-económica estructural de base. Pareciera que desde Cosecha Roja desconocen que la prostitución individual no está penada, regularla no traería ninguna modificación a esa condición de ejercicio individual. Al pasar mencionan que tuvo que dejar de ejercer la prostitución por una situación de violencia con un cliente. No ignoramos el hecho de que gran porcentaje de las personas trans se encuentran en situación de prostitución por falta de oportunidades laborales pero creemos que eso no es la solución sino una problemática. Tampoco la solución es que “el cliente ayude”: ¿acaso hay varones prostituyentes “buenos”?

 

La situación de la comunidad travesti-trans es en verdad alarmante y requiere de nuestra atención como sociedad. No cuestionamos, bajo ningún punto de vista, el hecho de que Cosecha Roja informe sobre el tema. Por el contrario, lo consideramos necesario. Lo que no podemos dejar de advertir es la forma que, a veces de modo implícito, a veces de forma más directa, tiene el artículo publicado en el portal de naturalizar e incluso sugerir la necesidad de reconocer legalmente lo que llaman “trabajo sexual”. Algo así como vender el problema como si fuese la solución. ¿Por qué no hablamos, mejor, de la situación económica de base que subyace al problema? ¿Por qué no hablamos de capitalismo, de la lógica neoliberal que hay detrás de la precarización del mercado laboral y de nuestras condiciones de vida? 

 

Es interesante resaltar, también, que así como son las lógicas neoliberales las que dificultan al extremo la situación económica de las personas trans, son también las lógicas neoliberales las que dictan que los cuerpos de mujeres, trans y travestis son objetos de consumo mercantilizados, disponibles para el goce masculino. Es el discurso neoliberal el que precariza la vida y también el que mercantiliza los cuerpos y luego disfraza al proxeneta de empresario, al varón prostituyente de “cliente” y a la explotación sexual de “trabajo sexual”.

¿Por qué no hablamos, también, de cupo laboral trans? ¿Por qué el artículo lo menciona solo al final, como “una de las políticas que exige el colectivo”, en lugar de enfatizar en él como parte de la verdadera solución? 

 

Nos preguntamos qué pasaría con la situación de la comunidad trans y de las personas en situación de prostitución en general si el “trabajo sexual” se “reconociera como trabajo”. Nos preguntamos si ésta sería una solución efectiva, como parece sugerirnos la nota. 

 

En primer lugar, parece ser necesario aclarar una vez más que ya es posible que todas las personas en situación de prostitución accedan al monotributo social, con la posibilidad de facturar como autónomas y tener una obra social y jubilación. Que la prostitución autónoma ya es legal. Que lo que no es legal es el proxenetisimo y eso mismo se busca modificar mediante el regulacionismo. ¿Cómo podemos decir –cómo puede un medio decir y dar a entender– que con la aceptación de la explotación sexual, con la regulación del proxenetismo, el problema desaparecerá? Da la casualidad de que Cosecha Roja está financiado por la misma fundación del multimillonario George Soros, el principal financista del lobby mundial a favor de la legalización del proxentismo, uno de los más antiguos financiadores de AMMAR vía Red Umbrella Fund.

 

El regulacionismo plantea también la creación de una credencial habilitante obligatoria que puede ser requerida en cualquier momento por las autoridades policiales, la libreta sanitaria obligatoria y un registro también obligatorio para el control de los cuerpos de las mujeres, para que el putero, al que ustedes llaman "cliente", se garantice una violación sin infecciones de transmisión sexual. Nos preguntamos si cuidarle la chota al patriarcado es algo a regular, a militar, a difundir desde un medio de comunicación. Queda claro que si esto sucede, si esta "regulación" sucediera, las personas en prostitución que no cumplan con los requisitos obligatorios quedarían en una clandestinidad que hoy no padecen, y serían aún más castigadas por la policía. ¿Cómo puede Cosecha Roja militar un futuro control policial sobre las mujeres y travestis en prostitución?

 

La realidad es que resulta absurdo pensar, y perverso predicar, que la precarización de la vida se solucionaría otorgándole un aval institucional y un marco legal a esa misma precarización. Legalizar la explotación de las mujeres, trans y travestis terminaría de consagrar la precarización de sus vidas y las condenaría a una violación permanente de sus derechos humanos fundamentales. Valerse de una situación crítica y socialmente preocupante para reproducir el discurso del explotador es inadmisible. 

 

Nos dicen que “el 85% de las personas trans no pudo pagar el alquiler por no tener ingresos” y que “El 57% se quedó sin ningún ingreso económico y casi la mitad vive en condiciones precarias”. Esto es expresivo de las pésimas condiciones de vida a las que se condena a la comunidad trans. Ahora bien, la precariedad de la vida de las personas trans tiene que ver con la marginación social, con las prácticas sistemáticas de discriminación. El relegamiento a la prostitución debe entenderse como parte de este problema, y de ninguna manera como su solución. Que las personas trans sufran la precarización de sus vidas guarda íntima relación con el hecho de que la aplastante mayoría de ellas acabe en el sistema prostituyente, es decir, que acaben siendo reducidas a objetos de consumo, explotadas como objetos de un sistema que se encuentra entre los negocios criminales más redituables a nivel mundial. La situación de prostitución es una expresión más del problema, es parte de la problemática, como también lo es la dificultad para pagar el alquiler. De ninguna manera es una solución. Difundir esta idea, predicar la explotación sexual de mujeres, trans y travestis es de una irresponsabilidad periodística y de una ausencia de compromiso social enormes. ¿Estamos del lado de las oprimidas, del lado de los explotados y las explotadas? ¿O vamos a seguir adornando y difundiendo la retórica proxeneta que naturaliza la opresión patriarcal-capitalista? 

 

Nos dicen, también que “Según un informe elaborado en 2015 por la Federación de Gays, Lesbianas, Bisexuales y Trans, el 90 por ciento de la población trans y travesti no accede a un empleo formal en la Argentina. Para el 95 por ciento, el trabajo sexual es o fue la única salida laboral.” Nos preguntamos: ¿Que sea el trabajo sexual la salida de la aplastante mayoría no es indicativo de la marginación y la exclusión continua de las condiciones para una vida sana y digna, no es expresión de la precariedad de vida? Ese porcentaje tan alto, ¿no debería dejar en claro la ausencia de la tan predicada libertad de elección?

La necesidad urgente de políticas públicas que garanticen el acceso a una vivienda digna, entre montones de otras condiciones fundamentales para una vida sana son las que reclamó históricamente y continúa reclamando el abolicionismo, y las que precisamente el Estado niega a las víctimas del sistema prostituyente, revictimizándolas una y otra vez.

 

La idea es, aparentemente, que la desprotección se debe a que el trabajo sexual "no está reconocido". Pero la realidad es que esa desprotección radica, más bien, en el hecho de que vivimos inmersas en un sistema que nos convierte en mercancías y nos explota para el enriquecimiento del proxenetismo. ¿Cuánta protección ganaríamos otorgando encima un marco legal al que en realidad es el motivo de nuestra desprotección y no su solución?

 

El mismo artículo hace alusión, casi al pasar, como si de un detalle más se tratara, a que la mujer trans entrevistada dejó durante un tiempo la prostitución por “una situación violenta con un cliente”. A esto debemos responder que no hay, en la prostitución como en el patriarcado en general, situaciones violentas cual casos aislados. El sistema prostituyente en sí es violento. El tan llamado “cliente” es violento. Pagar por subsumir el cuerpo de una mujer, trans o travesti a tu placer y tus propios designios no es otra cosa que violencia, no es otra cosa que la expresión de una lógica patriarcal-capitalista que compra y vende mujeres para sostener la economía mundial y los mandatos individuales de la virilidad. El artículo entero naturaliza la figura del varón prostituyente (“cliente”), la limpia de toda su esencia violenta y misógina. Durante la cuarentena es más difícil ejercer el “trabajo sexual”, nos dicen, por “la toma de conciencia que tiene el cliente a la hora de elegir porque está con miedo y más perseguido”. Así que “el cliente” toma conciencia, decide no consumir un producto por precaución. Decir ésto es lo mismo que naturalizar la actitud frente al consumo de prostitución como frente a cualquier otro producto del mercado. 

 

Instamos a Cosecha Roja a revisar lo que predica, a cuestionar los intereses financieros a los que responde y a replantearse lo que milita, que acaba siendo en definitiva la explotación patriarcal-capitalista de aquellas a quienes se jacta de defender.

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