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Falso empoderamiento y feminismo de mercado

Mayo 23, 2020

No es nueva la tendencia del sistema de poder dominante a vaciar el contenido de todo movimiento o corriente que pueda amenazarlo. Desde que existen sectores sociales privilegiados explotando a otros existen también los mecanismos ideológicos que permiten el no cuestionamiento e incluso la defensa de este sistema de explotación y privilegios por parte de los mismos subordinados. Ya lo decía Simone de Beauvoir, “el opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”

 

El hecho de que este fenómeno haya alcanzado al feminismo, por lo tanto, no debería sorprendernos. Cuando un movimiento político cuestiona las bases de la opresión, inmediatamente se ve invadido por una oleada de intentos para redefinirlo ideológicamente y, en definitiva, banalizarlo. 

 

El feminismo es, en esencia, un movimiento político que cuestiona los fundamentos de una sociedad políticamente organizada sobre el sometimiento de las mujeres. La violencia que sufrimos todos los días, la subordinación, el confinamiento al rol de servidoras, reproductoras, objetos de consumo y adornos para el gusto masculino, no son eventos aislados y superficiales que que llegan y se van. Son parte de la forma en la que se estructura nuestra sociedad, de modo que es fundamental para la continuidad del patriarcado y el capitalismo que las mujeres permanezcamos subordinadas.

La sociedad patriarcal se sostuvo históricamente sobre la opresión de las mujeres. Sobre la apropiación de nuestros cuerpos y su explotación. Nuestro rol de madres, de reproductoras de la fuerza de trabajo y de mercancías a disposición del uso masculino no solo es funcional al sistema socioeconómico existente: lo sostiene, permite que siga funcionando.

Es por esto que para liberarnos colectivamente debemos cuestionar la raíz misma de estos fenómenos. Es decir, el feminismo como movimiento atenta contra las propias bases de la organización política, social, económica y cultural de nuestra civilización. Viéndolo de esta manera, ¿cómo no van a tener motivos, los sectores opresores, para desesperarse por redefinir y neutralizar nuestro movimiento?

 

Pongamos la mirada en el “feminismo” convencional y hegemónico de hoy. Surgieron y ganaron protagonismo ideas como la del empoderamiento, la libre elección, la libertad y la decisión individual. Por consiguiente, por todos lados vemos una cantidad enorme de acciones que responden a la organización patriarcal, realizadas en nombre del feminismo y de un supuesto empoderamiento de las mujeres. Posteos en redes sociales, discursos, canciones, publicidades y un sinfín de elementos nos son vendidos de esta manera.

 

Sacarnos fotos semidesnudas imitando las poses y las maneras de vernos que nos dictan los estereotipos de belleza y la industria pornográfica, siempre orientadas a excitar sexualmente a los hombres, siempre ordenadas bajo el ojo machista a cuya aprobación tenemos que aspirar.

Asumir la idea de que ser explotadas sexualmente es ser dueñas de nuestros propios cuerpos, como si no hubiera cosa más alejada de la autodeterminación que el hecho de ser vendidas y compradas por hombres que se enriquecen y se reafirman en su virilidad deshumanizándonos.

Vestirnos, maquillarnos, hacer dietas y ejercicios para encarnar una belleza de mentira, porque solo así, porque solo “lindas” y “sexys” seremos valiosas.

Imitar los comportamientos misóginos de los hombres, violentando a nuestras compañeras. 

 

Si esto es el feminismo, ¿en qué se diferencia de la sociedad machista que se propone derribar? ¿Es un movimiento de liberación o una campaña de marketing del patriarcado? ¿Reproducir lo que nos oprime nos va a liberar de la opresión? 

La libertad individual, la mercantilización de los cuerpos de las mujeres hecha pasar por libre elección y el empoderamiento como acto personal descartando la lucha colectiva, ¿no se parecen más al neoliberalismo que a un movimiento de liberación de las mujeres como clase?

¿Qué mejor, para que no cambiemos nada, que decirnos que lo más rebelde y empoderante que podemos hacer es ser hipersexualizadas, seguir cosificándonos y convirtiéndonos en objetos de consumo? Al final parecen querer decirnos que para liberarnos deberíamos reproducir los mismos roles y las mismas prácticas que nos oprimen. Todo lo que nos corresponde como feministas es celebrar nuestro sometimiento, hablar de él como empoderante y deseable en lugar de cuestionarlo.

 

La industria de la música es un gran ejemplo del vaciamiento político del cual es objeto el feminismo. Con artistas como Bad Bunny siendo considerados portavoces de la lucha contra el acoso sexual -mientras que no hace más que seguir hipersexualizándonos, objetificándonos y reforzando los estereotipos de género-, o Jimena Barón trivializando problemáticas como la prostitución, construyéndole una fachada glamorosa y romantizada con fines publicitarios, no resulta sorprendente que cada vez sean más las celebridades que se refugian en movimientos sociales para ejercer el oportunismo mientras que cosifican los cuerpos de las mujeres para usarlos como parte de la decoración y la estética de sus productos. 

 

Recientemente la cantante Cazzu publicó el videoclip de su canción “Bounce”, en el que ella y otras mujeres personifican a un grupo de prostituyentes que se van ‘de putas’. En una escena del video, la cantante hace una llamada telefónica a la creadora de contenido Señorita Bimbo, quien interpreta a una proxeneta que regentea un strip club y le dice en un tono muy casual cosas como “seteame todo que voy con las pibas” o “estoy puesta para romper todo”. Luego se las muestra ingresando a un local entre mujeres bailando semi-desnudas con billetes metidos en la lencería y primeros planos de culos y tetas.

 

Sometiendo este tipo de circunstancias a un análisis crítico, podemos darnos cuenta de que, en realidad, esto no es nada nuevo. Las artistas mujeres que publican este tipo de contenido están haciendo lo mismo que vienen haciendo los varones en esta clase de industrias desde hace décadas: presumir a las mujeres como parte de su colección de bienes materiales. Al igual que las mujeres que aspiran a tener cargos administrativos comúnmente ocupados por hombres, las artistas que habitan industrias predominantemente masculinas, deben masculinizarse y actuar igual que los varones para poder mantener su relevancia y popularidad. Esto implica utilizar los cuerpos femeninos como ornamentos para ser observados y satisfacer la demanda masculina, sin abandonar jamás su posición de subordinación.

 

Ahora bien, ¿qué sería de nosotras si tuviéramos que definir el feminismo a raíz de lo que predican los videoclips y las narrativas que están detrás de los mismos? ¿Qué posibilidad de liberación nos queda si el movimiento que supuestamente debe emanciparnos termina definiéndose precisamente por aquello que nos explota y somete? 

Nos negamos a aceptar este vaciamiento. Nos negamos a identificar el movimiento por la liberación colectiva de las mujeres con un individualismo neoliberal que solamente reproduce la violencia machista para que al final no cambiemos nada. Nos negamos a reducir nuestra esperanza de liberación y nuestros sueños de un futuro libre y justo para todas las mujeres a esta versión maquillada del patriarcado.

© 2020 Pibas por la Abolición.

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